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viernes, 15 de marzo de 2013

Morir de risa


Y restos de lágrimas en las mejillas que  me apresuré a retirar bastaron para que tía Enriqueta  y mi prima Lucía me dedicaran una mirada de perro, pero yo no pude evitarlo…fue verle ahí tumbado, con esa cara extrañamente pálida y transparente e inmediatamente me acordé de la última Nochebuena en casa, todos juntos y él, disfrazado de vampiro, contando chistes, anécdotas y chascarrillos que nos hacían a todos los nietos morir de la risa…justo como me acababa de pasar aquella mañana en el tanatorio.


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