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miércoles, 10 de septiembre de 2014

Mariya

Antes de conocerte, Bulgaria era para mí un aeropuerto de paso, camino de El Cairo, un país comunista con los que soñaba visitar cuando alzaba el puño y cantaba La Internacional. Era el búlgaro para mí, un chiste de Eugenio, y remontándome más lejos, era un pastelito de chocolate de la marca Cropán. Ahora, años más tarde y siendo tu  una más de todos nosotros, Bulgaria es para mí como Asturias, verde y casi desconocida, es parte de los sitios que espero visitar algún día de tu mano;  conozco Shumen, tu ciudad por tus relatos, tus historias, tu vida, tus abuelos que podrían ser como mis padres, la buhardilla de tu casa con tejado nuevo, tus perros, tus gatos, la discoteca dónde bailabas, cha-cha-cha y rumba bolero con tu hermano, tu pelo corto y tu cara de traviesilla. Conozco a tu familia de aquí y también a la de allá, tu tía, tus primas, tu padre, que viaja de un sitio a otro sin encontrar su rumbo…ese rumbo que tu supiste encontrar siendo casi una niña.  Gracias a ti conozco mejor Ciudad Real y su mundo rural, la caza, los guisos…tus guisos musaka, tarator, ensalada de queso, lukanka y tantas otros que aunque no encuentro sus nombres en google, he tenido la suerte de saborear en tu compañía. Sé brindar mirando a los ojos diciendo” nasdrave “, sé lo que es una cena búlgara, la rakia que te quema por dentro y te hace cosquillas. Contigo voy camino de convertirme en “la loca de los gatos y de los perros”, sé que algún día encontrarás mi gatita, la mía, la que me adopte como ama.

Ahora, después de conocerte y quererte…ya no podríamos vivir sin ti.





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